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¿PARA DÓNDE VAS CON TANTA CARRERA?

Del apuro sólo queda el cansancio…

¿Cuántas veces escuchamos decir estas frases de las abuelas, los abuelos, padres, madres, tíos, tías?

Si observamos detenidamente nuestro velocímetro y el de las personas que nos rodean, podremos ver la prisa en que llevamos nuestros días.

Estamos en una carrera desenfrenada para no quedarnos detrás de otro, una locura donde no alcanzamos reconocernos a nosotros mismos, ni hablar de las personas que tenemos a nuestro lado.

El objetivo de tanta prisa es estar siempre delante del otro, ser mejor que el otro, mostrar más cosas que el otro, es llegar a todos lados rápido, antes que los demás, ¡ya!, ¡ahora mismo! ¡para luego es tarde!

Así, nos esclavizamos a una absurda competencia, a una vida compulsiva, reactiva, sumergida en la rapidez e inmediatez que nos aleja de los aspectos más simples de la vida y hasta de la vida misma.

¿Es esta la mejor forma de vivir esta experiencia física?

La respuesta está en los procesos evolutivos que la naturaleza nos muestra todos los días.

Hace unos días recibí mi primer regalo de navidad. Nacieron las flores de Jamaica.

Durante 13 meses, todas las personas involucradas en esta plantación elaboramos procesos internos fundamentales- no necesariamente de manera consciente- como la paciencia, la fe, el amor, la disciplina, la constancia, la tristeza cada vez que moría una planta… en fin…. observamos y recibimos la tranquilidad que el proceso evolutivo de la naturaleza nos transmitió día día.

Evolucionar significa avanzar continuamente, la naturaleza es la mejor prueba de ello.

Somos parte de la naturaleza, recordemos de dónde venimos. Es tiempo de encontrar y apreciar la tranquilidad, el equilibrio y así permitirnos evolucionar en mejores seres humanos.

Florecer, avanzar a la velocidad correcta, es el reto que nos deja este tiempo de pandemia.

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